El Maestro, Gonzalo Suárez, es de esos personajes por los que siempre he sentido especial admiración. Tal vez esa cultura renacentista que le da sentido a una biografía con tantas estaciones dispares y distantes como luego apreciareis.
O quizá nuestra pasión común por el fútbol desde el intento, eternamente inconcluso, de querer encerrar en la cárcel de las palabras, algo que nos genera tal torrente de sensaciones y todas ellas tan próximas a eso que algunos llaman libertad.
Seguramente tanta afinidad tenga algo que ver con que los dos, sin saberlo, nos haya hecho escoger un mismo lugar como patria adoptiva, el Oriente Asturiano.
Por aquellos recodos extraños del destino nuestros caminos se volvieron a cruzar en un lugar insospechado y más propio de su rango que del mio, el diario de mayor tirada del Estado Español.
Otro de mis maestros, el Doctor en Economía del Deporte Placido Rodriguez, me llama desde sus vacaciones en Galicia para decirme: "¿Sabes qué sales hoy en El País?".Tras mi perplejidad y al hacerme con un ejemplar, pude comprenderlo todo. La generosa humildad de un grande como D. Gonzalo, había encontrado en algunas de las torpes palabras plasmadas en uno de mis libros alguna muletilla útil para apoyar sus brillantes argumentos de su columna "Entre fantasmas" que escribe, semanalmente, en ese periódico bajo el pseudónimo de Martín Girard.
Por supuesto, ni que decir tiene, que para mi ha sido un regalo más del fútbol. Uno de los innumerables trofeos intangibles que guardo en la más profunda intimidad.
Supongo que os hareis cargo al leer este extracto biográfico del personaje al que un día, hace años, desde mi devoción por él, le regalé un ejemplar de "Afluentes del fútbol", sin pensar, ni tan siquiera que lo leería y mucho menos que ahora me lo pagase con un precio tan alto. Gracias Maestro.
Gonzalo Suárez:
-Premio de Periodismo de 'El Correo'.
-Premio Nacional de Cinematografía
-Medalla de Oro de Bellas Artes
-Caballero de las Artes y las Letras (Francia)
-Medalla de Plata del Principado de Asturias
-Hijo Adoptivo de la Ciudad de Llanes
Gonzalo Suárez nace en Oviedo (1934) con la revolución minera. En el 36' la guerra le sorprende en Madrid donde su padre, catedrático de francés, había ido a presidir unos exámenes. Hasta los diez años no va al colegio. Es su padre quien se ocupa de su instrucción. En el 51' estudia Filosofía y Letras en Madrid, escribe obras de teatro y protagoniza, entre otras, "El momento de tu vida" de Saroyan, "Medea" de Eurípides y "La tempestad" de Shakespeare. Influenciado por la vida y obra de los impresionistas se dedica con obsesivo entusiasmo a la pintura. Abandona los estudios y marcha a París donde realiza trabajos eventuales. En el 58', llega a Barcelona con su mujer, practica el periodismo con el seudónimo de Martin Girard. A pesar de su creciente éxito, deja el periodismo y publica sus primeros libros, que suponen una ruptura con el naturalismo en boga. Algunos de sus relatos son adaptados al cine y, en el 66', inicia su obra cinematográfica. A partir de ese momento, alternará ininterrumpidamente libros y películas.
Si quereis saber más de él os invito que lo hagais en su página web
http://www.clubcultura.com/clubcine/clubcineastas/suarez/home.htm
Este es el extracto del artículo citado de El País:
La feroz Susana
Benzema, Higuaín, Özil, Di María, Ronaldo no necesitan tanta contribución divina. Sólo que su entrenador les deje jugar a su aire y en paz.
Martín Girard 2 ABR 2012 - 19:57 CET
(...) Jugadores como Benzema, Higuaín, Özil, Di María, Ronaldo y compañía no necesitan tanta contribución divina. Sólo que su entrenador les deje jugar a su aire y en paz.
Ronaldo enseñó el muslo en Pamplona
con no se sabe qué procaces intenciones
Por su parte, y desde Marte, la mantis Susana sueña con retozar por la hierba del Bernabéu y atrapar a un par, o a un trío si se tercia, de esos corretones terrícolas que con tanto ahínco persiguen un balón. Marte era un planeta aburrido y en los cráteres de impacto sólo daban películas antiguas y dobladas, como las de TCM sin subtítulos. En cambio, la Tierra estaba llena de atractivos. Sus habitantes se proclamaban honrados y sensatos mientras practicaban hipócritas formas de canibalismo: lo llamaban economía. Unos se comían a otros por un puñado de euros. A los más ricos les perdonaban impuestos, o se los rebajaban, como en Inglaterra, y algunos estudiaban incluso multar a los mendigos de la calle, como proponía el alcalde de Valladolid. La rapiña y la corrupción de los Gobiernos florecía por doquier y el fútbol se erigía en máximo exponente de la educación, la cultura y los deportes, ¿dedo en el ojo incluido? En ciertas zonas del planeta azul sólo había piadosas mantis religiosas pero, como bien dice Ismael Díaz Galán en sus Afluentes del fútbol: para ir a ninguna parte, los cuerpos pueden andar sin cabeza. No, sin embargo, para jugar al fútbol, advierte. Ismael cita, al respecto, a Albert Camus, que antes de ser Premio Nobel había sido, como Eduardo Chillida, guardameta.
Decía Camus que sólo en dos sitios recuperaba la inocencia: en el teatro y en el fútbol. Conozco otro lugar que me callo. Prosigamos. En un capítulo titulado El fracaso de la razón, Díaz Galán nos recuerda: el entrenador es culpable de todo, excepto de la victoria que siempre es producto de todos. Precisamente esa es la asignatura pendiente de determinados entrenadores que sólo buscan una muesca más en su revolver. Pensando, como mantis en cabeza ajena, atribuyamos a los entrenadores lo que dijo Confucio de los ministros: “Sospechemos de los que no pueden hacer nada sin dinero y de aquellos que quieren hacerlo todo con dinero”. También cabría, de paso, reflexionar: “¿Por qué los votantes no se sienten avergonzados del Gobierno al que han votado?”. Pero la pregunta del millón proviene de una mantis Susana relamiéndose: “¿Sois tan fáciles de engañar?”.
EL PAÍS
Incapaz de corresponderle de igual forma, reproduzco, a modo de homenaje, un artículo de hace unos años, de alguién que lo conoce mejor que yo, Alvaro de Campos, que creo que no tiene desperdicio.
Espero en breve haceros una entrada original, cuando se cumpla mi sueño, materializar la cita pendiente que Don Gonzalo me propuso de charlar sobre fútbol en nuestra querida Llanes.
Gonzalo Suárez y las botas de Pelé
Por Álvaro de Campos
Los años 50. España. Un tipo raro vestido de gabardina: Gonzalo Suárez. No diría exactamente que este hombre sea producto de su tiempo. No. No es eso. Lo que quiero decir no sé muy bien cómo hacerlo. Más o menos responde a algo así: si este país hubiese sido una ficción de Gonzalo Suárez en los años 50 mejor nos habría ido. Estoy casi seguro. Yo, de haber estado allí, lo hubiera firmado. Por muchas cosas. Incluso porque el fútbol era mejor, más honesto, más humano. Más cierto.
El azar, ese vaivén bestial de algunas existencias, llevó a Gonzalo Suárez hasta la jurisdicción familiar de Helenio Herrera, marido de su madre en 'segunda vuelta'. Helenio Herrera fue un entrenador genial nacido en el Barrio de Palermo perfeccionado como pelotero en Marruecos. Gonzalo Suárez, algo antes, había querido ser boxeador. Y después se reveló como un periodista fibroso de ideas, un escritor insólito de mundos y un director de cine al margen de modas.
Pero si hoy traemos hasta este descuidado césped de los Apuntes de un desplazado a Gonzalo es por lo que tiene de ser inexplicable. Quiero decir, por lo que aportó a la concepción moderna del fútbol desde la bancada del Inter de Milan y desde las crónicas que firmaba en los últimos compases de los
años 50 bajo el seudónimo de Martín Girard. Todo un espectáculo. Síganme.Hace unas semanas estuve en su estudio de Madrid, allá por las calles de los Austrias. En una de las paredes del luminoso apartamento, blanco, impecable, ordenado, colgaba un par de guantes de boxeo. Los viejos guantes del autor de La suela de mis zapatos (lean este libro, léanlo, por favor, en él se concreta un fardo de entrevistas memorables, el talento periodístico de Suárez en conversación con Pelé o con Buñuel, da lo mismo). Decía que de las paredes del taller colgaban aún los guantes primeros de cuando quiso ser boxeador, empeño que mantuvo lo que tardó un compañero de gimnasio en hundirle hacia dentro una costilla boba. Entonces asumió que debía dejar el ring y se fue acercando al fútbol. Tanto, tanto, que en la pared de enfrente de la de los guantes queda el hueco que dejó la alcayata que soportaba hasta hace poco el par de botas que usó Pelé en San Siro en 1963. Se las regaló el mismo 'Rey' al acabar el partido.
Gonzalo Suárez habla de fútbol con una pasión desgastada. Ese entusiasmo que tienen los sabios a los que la emoción le brota casi siempre al contemplar aquello que la mayoría no ve. Es decir: una sutileza, un algo inexplicable, un movimiento que no determina nada pero de un jugador lo revela todo. Es lo que tiene haber pasado demasiados años con el excepcional Helenio Herrera de padrastro. Junto a él, cuando éste entrenaba al Inter de Milan, comenzó a redactar informes técnicos de los jugadores de los clubes a los que se iban a enfrentar: consignaba esquemas para encontrar el punto débil del contrario. Era el mejor espía posible para el mejor míster posible. De aquella relación salió un libro memorable: Lo once y lo uno. Encárguenlo.
El catenaccio
Entre los dos se inventaron la modernidad en el fútbol, que se puede resumir en tener una estrategia, en crear espacios en el campo, en abrir vacíos. No sé cómo cojones se argumenta esto. Es más: no sé lo que significa. A mí no me gusta el fútbol. Pero flipé escuchando las teorías sobre el 'catenaccio' [candado] de Gonzalo Suárez. Y cómo recuerda la épica que había en los vestuarios, cuando éstos no andaban poblados de ultrahorteras que no justifican (es imposible) aquello que algunos invierten en ellos. Qué asco.
De eso también sabe Gonzalo: "Un escándalo. Siento vergüenza ajena por lo que sucede hoy en el Real Madrid. Que los bancos y las cajas presten más de 100 millones de euros a un club mientras piden dinero público... Es una de las muchas causas que reflejan bien lo que nos ha traído hasta esta crisis. Es una anécdota ejemplar para reconocer en qué mundo vivimos. Sospecho que esto no tiene arreglo. Además, es muy obtuso pensar que un equipo se solucina con dos o tres nombres rimbombantes. No le auguro al Madrid ningún éxito especial en la próxima temporada, con lo cual esa inversión (que de algún modo hemos hecho todos) dudo que vaya a ser rentable".
Él disfrutó de otro fútbol, cuando en los entrenamientos del Inter jugaba con Faccheti, Corso, Milani, Suárez... A mediados de los años 60 dejó la 'profesión' de ojeador/espía. Pero aún sabe como pocos. Él no habla, sino que reflexiona. No es una urraca de la cháchara, tan habitual en la hinchada. Él apunta lo justo, porque si dice algo es para acertar. O porque sabe lo que dice y no hace falta más. Lo que llegó después de su aventura italiana resulta realmente insólito: literatura y cine. Altísima literatura. Gran cine. Se convirtió (¿inesperadamente?) en un autor de culto. Y ahí sigue.
Ya lo he dicho, no dejen de leer sus entrevistas de Las suelas de mis zapatos (el mejor preguntador de futbolistas que he leído nunca) o aquel memorable conjunto de páginas futboleras que tituló 'Lo once y lo uno'.
Que no se me olvide: las botas que calzó Pelé en 1963 durante un partido de Brasil en San Siro las tiene su nieto. Gonzalo Suárez conserva tan sólo el recuerdo del abrazo del 'Rey' en el vestuario y el agujero que dejó la alcayata que las soportó tantos años.
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jueves, 31 de mayo de 2012
lunes, 21 de mayo de 2012
El miedo global
El miedo es la gran epidemia de esta aldea global en la que vivimos.
En el fútbol la afición tiene miedo a la vergüenza de no sentirse representado su sentimiento por los jugadores de su equipo.El jugador teme al silbido de la grada que sugiera al entrenador su relevo. El entrenador teme el aguijón periodístico que fuerce a su presidente a cesarlo. El presidente teme al dedo acusador del aficionado que ensucie su prestigio público. El periodista teme no tener seguidores, con ello que su influencia en la afición disminuya, pierda su poder y por tanto su trabajo. Todo el mundo vive el fútbol desde el miedo.
Al final la única derrota que debieran temer es la traición a un pueblo que busca en su fiesta pagana dominical (ahora del día que sea) la evasión de las penurias cotidianas que le permite soñar con un mundo mejor. No es fácil vencer al principal rival para ello, el miedo a perder. Pero cuando se logra, la ligereza que se siente al correr sin semejantes cadenas, te hace comprobar la sensación de la verdadera libertad.
Yo no llegué a apreciarlo hasta convivir con una persona que afectada por una cruel enfermedad decidió superar el miedo a la muerte para que esta cuando le llegase,como nos llegará a todos, la encontrase viva.
Juega el fútbol, juega el partido de la vida, como vivos y no como muertos en vida.
"Los que trabajan tienen miedo a perder el trabajo.
Los que no trabajan tienen miedo de no encontrar nunca trabajo.
Quien no tiene miedo al hambre, tiene miedo a la comida.
Los automovilistas tienen miedo de caminar y los peatones
tienen miedo de ser atropellados.
La democracia tiene miedo de recordar y el lenguaje
tiene miedo de decir.
Los civiles tienen miedo de los militares,
los militares tienen miedo a la falta de armas,
las armas tienen miedo a la falta de guerras.
Es el tiempo del miedo.
Miedo de la mujer a la violencia del hombre y
miedo del hombre a la mujer sin miedo.
Miedo a los ladrones, miedo de la policía.
Miedo a la puerta sin cerradura,
al tiempo sin relojes, al ocio sin televisión,
miedo al día sin pastillas para despertar.
Miedo a la multitud, miedo a la soledad,
miedo a lo que fue y miedo a lo que puede ser,
miedo a morir, miedo a vivir"
Eduardo Galeano
En el fútbol la afición tiene miedo a la vergüenza de no sentirse representado su sentimiento por los jugadores de su equipo.El jugador teme al silbido de la grada que sugiera al entrenador su relevo. El entrenador teme el aguijón periodístico que fuerce a su presidente a cesarlo. El presidente teme al dedo acusador del aficionado que ensucie su prestigio público. El periodista teme no tener seguidores, con ello que su influencia en la afición disminuya, pierda su poder y por tanto su trabajo. Todo el mundo vive el fútbol desde el miedo.
Al final la única derrota que debieran temer es la traición a un pueblo que busca en su fiesta pagana dominical (ahora del día que sea) la evasión de las penurias cotidianas que le permite soñar con un mundo mejor. No es fácil vencer al principal rival para ello, el miedo a perder. Pero cuando se logra, la ligereza que se siente al correr sin semejantes cadenas, te hace comprobar la sensación de la verdadera libertad.
Yo no llegué a apreciarlo hasta convivir con una persona que afectada por una cruel enfermedad decidió superar el miedo a la muerte para que esta cuando le llegase,como nos llegará a todos, la encontrase viva.
Juega el fútbol, juega el partido de la vida, como vivos y no como muertos en vida.
"Los que trabajan tienen miedo a perder el trabajo.
Los que no trabajan tienen miedo de no encontrar nunca trabajo.
Quien no tiene miedo al hambre, tiene miedo a la comida.
Los automovilistas tienen miedo de caminar y los peatones
tienen miedo de ser atropellados.
La democracia tiene miedo de recordar y el lenguaje
tiene miedo de decir.
Los civiles tienen miedo de los militares,
los militares tienen miedo a la falta de armas,
las armas tienen miedo a la falta de guerras.
Es el tiempo del miedo.
Miedo de la mujer a la violencia del hombre y
miedo del hombre a la mujer sin miedo.
Miedo a los ladrones, miedo de la policía.
Miedo a la puerta sin cerradura,
al tiempo sin relojes, al ocio sin televisión,
miedo al día sin pastillas para despertar.
Miedo a la multitud, miedo a la soledad,
miedo a lo que fue y miedo a lo que puede ser,
miedo a morir, miedo a vivir"
Eduardo Galeano
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