Pero en seguida descubres personas que le ponen tanta ilusión al día, entre sus penas y alegrías que te hacen descubrir que la falsa felicidad nos nubla el aprovechamiento de cada instante de nuestra vida como si fuese el último que protagonizásemos.
Hoy nos sacude la noticia de la muerte de una de esas personas, de un ilusionista, Robin Williams. Un encantador de mentes confundidas que en medio de la amargura es capaz de sacar un conejo de su chistera, que a la seriedad ampulosa le habla subiéndose a la mesa del estrado para hacerle burla y que a la carcajada hueca le saca una lágrima solidaria. Se nos apaga una luz que nos guiaba sobre lo esencial de la vida, sobre la importancia de vivirla o morirla libremente pero sólo desde un guión, el de la pasión y desde un personaje, el de protagonista secundario. Lo que Robin fue en todo lo que hizo. Quiso hacer mutis por el foro sin hacer ruido, pero la oscuridad que dejó fue demasiado ruidosa para que el mundo hoy no quedase atornillado a su cama. DEP Maestro
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