lunes, 1 de abril de 2013

Cuando eramos ricos

Si algo hemos escuchado en estos últimos tiempos, como mantra lapidario y que, cual ventilador, esparce la mierda de la crisis hacia todos, es que "antes vivíamos por encima de nuestras posibilidades".

Enseguida los de a pie que somos crédulos y mansos (eso les salva al poder) repasamos todos los excesos cometidos; cenar fuera de casa una vez a la semana, ir al cine una vez al mes, tomar una copa con los amigos cada quince días, firmar hipotecas sin leer la letra pequeña de sus veinte folios ni escuchar con atención al notario nuestros DNI e intenciones...Es decir todo aquello que en la carestía actual nos parecen lujos asiáticos.

En ello andaba pensando cuando vi que en una misma jornada los tres equipos más representativos de mi tierra (Asturias); Sporting, R.Oviedo y Avilés se enfrentaban a tres filiales y no con un éxito total. Fue inevitable el recuerdo infantil en el que el equipo de mi ciudad natal, Avilés, jugaba frente a mi casa en Segunda División. El Sporting al que me llevaba a ver mi padre cuando nos fuimos a vivir a Gijón en Primera y en competiciones Europeas al igual que el equipo de la capital de mi tierra, Oviedo, que se medían de tú a tú con los grandes de España y Europa.

Acompañando al primer sentimiento de nostalgia, propio no sólo del recuerdo de un momento más feliz, sino también del que echa la vista atrás tras pasar los cuarenta, me vino también la insatisfacción vivida por la grada de las distintas aficiones con los equipos de entonces. Y vinieron a mis oídos las sonoras pitadas a los protagonistas de aquella época.

En Gijón escuche las quejas hacia el gran capitán internacional, Joaquín, o a los fallos de uno de los jugadores más rentables del club, Abel, al canterano Juanma...Idénticos momentos vividos en el antiguo Tartiere o en el Suárez Puerta.
Cuando eramos ricos, no nos recreábamos con la velocidad de Mesa, el engaño de Ferrero, los remates de Quini o Marianín o la jerarquía de los Maceda o Luís Manuel y la seguridad de los Castro o Viti. Pero los que ahora están son los que juegan con nuestros sentimientos y los que están creando el patrimonio más importante de una sociedad, la memoria colectiva.
Supongo que este es un fenómeno propio de la condición humana, que estará ocurriendo en muchos clubes de España de futuro incierto como el propio país. No valorar nunca lo cercano, lo propio y ante un momento de angustia pensar siempre que cualquier tiempo pasado fue mejor es tan inevitable como cancerígeno. Está claro que para los que vivimos otras épocas nos cuesta ver como se compara a cualquiera de los jugadores de las plantillas actuales con los de antaño.

Tampoco es menos cierto que el AQUÍ y AHORA es lo único que nos puede dar felicidad en el presente y facilitará la construcción de un futuro mejor, que si se cae en ese sentimiento enfermizo de la nostalgia nos amortiguará el entusiasmo y algún día puede ocurrirnos, como ahora, que nos acordemos cuando eramos ricos, o tal vez, tan sólo más jóvenes, y maldigamos el momento en que no disfrutamos de lo que teníamos delante.



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