lunes, 4 de agosto de 2014

Mi regalo al malaguismo. V capítulo

Último cuarto del partido.

El tramo final fue el más angustioso. Conseguida la diferencia de goles que nos ascendía, en el campo de fútbol siempre asalta la duda de si replegar y proteger tu portería o seguir para el frente y buscar un nuevo gol a tu favor.

Era el partido decisivo y en sus últimos minutos, no había margen para rectificar un error. Por eso decidí que la Gloria solo era posible buscándola cómo lo habíamos hecho todo el año, yendo a por ella, no esperándola.

El equipo fruto de tanta tensión se nos iba mermando. Los calambres aparecían y pocos nos pidieron el cambio, todos querían seguir pero decidimos ir relevando a aquellos que veíamos más limitados, Pablo(Guede) estaba extenuado. De hecho se desvaneció al llegar al banquillo.

El mensaje al equipo con mis cambios, puesto por puesto, era claro; ni un paso atrás. Pensé que no habría cosa de más riesgo para nosotros que cederles campo a jugadores de gran nivel técnico y que no habían hecho a penas desgaste por que todo el peso del partido lo habíamos llevado hasta el momento nosotros.

Así que a pesar de estar enfrentándonos a un rival que agotaba sus opciones de recuperar lo que tenían tan a su favor  al principio y ahora veían perdido, mi gente seguía queriendo más goles. El control de la posesión se imponía y lo gritábamos como consigna desde el banquillo pero cada recuperación nuestra era una nueva alocada envestida hacia la portería rival con más corazón que cabeza.

Y a todo esto había que añadir la lucha con los transistores que nos traían contradictorios mensajes sobre el resultado del Talavera en Beasain.

En medio de la histeria al saber el final sin victoria del Talavera en pleno descuento de nuestro partido, la gente del fondo de la portería de Rafa malinterpreta un gesto del árbitro creen que pita el final e invaden el campo. Aquello ya no era apto para corazones normales. Rodeado por una nube de fotógrafos y sin saber ya ni donde estaba tras desalojar a la gente la policía, viví una prolongación insufrible en pleno estado de shock. Después el final real. El abrazo emocionado de descarga con mi "hermano" Antonio Tapia sólo interrumpido por mi deseo de desaparecer  cuanto antes de un escenario que ya no me correspondía. Era tiempo del festejo en comunión entre los protagonistas de este juego, los jugadores y su razón de ser, su parroquia, la afición. Pero esto será motivo de la última entrega de esta serie, La celebración.

Ahora os dejo con las imágenes de la conclusión de este partido inolvidable para todos los que lo vivimos y espero que a partir de ahora también para las futuras generaciones que no lo habíais visto ni en imágenes. Que nadie ya os lo cuente. Podéis tenerlo para siempre. Disfrutarlo


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