lunes, 23 de julio de 2012

Aprendiendo de la diferencia


Cuando un occidental llega a oriente es fácil caer en la tentación de juzgar como inferior todo lo que ve de diferente. Desde nuestra visión de conquistadores del mundo tendemos a querer evangelizar a los que no comparten costumbres.

Después de superado ese primer momento, cuando logras abrir los ojos sin apriorismos ni prejuicios eres capaz de analizar desde la razón y apreciar la diferencia como enriquecedora de tu bagaje cultural.
Al poco de pisar suelo de Kazajstán, descubres el fuerte contraste entre ricos y pobres, entre lo occidental y lo oriental, entre lo musulmán y lo ortodoxo.

Enseguida aprecias la facilidad que tienen para convivir con lo distinto sin considerarlo un peligro y de asimilar sus bondades que puedan mejorar lo propio.

Nuestro fichaje no deja de ser un ejemplo de ello. El propio proyecto del Kairat recién echado andar a principios de este año, es un ejercicio de crecer a partir de su esencia, de su historia del respeto a los emblemas del club, a los exfutbolistas pero sin renunciar a asumir la realidad, Kazajistán ocupa la posición ciento veintiocho en el ranking mundial mientras España es la primera. Por ello desde los métodos de técnicos de la primera potencia futbolística entienden que se podrá hacer progresar su fútbol.

El equilibrio entre el respeto a sus costumbres con las que están demostradas y consolidados como más eficaces para un mejor rendimiento, se convierte en la primera y más compleja tarea para un entrenador occidental recién llegado.

Es obvio que a un técnico español, le chocan; la actitud de cierta dejadez hacia el entrenamiento de los futbolistas, la necesidad que tienen de ser dirigidos incluso obligados a hacer cosas, la diferente intensidad, inferior calidad técnica y arcaica cultura táctica. El modelo de juego basado en lo físico, el choque, la cinta métrica como único criterio de selección de jugadores… En fin tan poco muy ajeno a lo vivido en nuestra tierra hace quince años antes de ganarlo todo con el modelo actual de posesión y priorización del juego al hecho deportivo.
No deja de ser una burla del destino tener que vivir de nuevo, a tantos kilómetros de distancia, las discusiones que tenía en mis comienzos con los compañeros veteranos que me hablaban de condición física, juego directo y  de lo superfluo para el fútbol de los jugadores de talento a los que denominaban “mingafrias”.


Y mucho más difícil de digerir, algunos hábitos alimenticios, el uso de alcohol normalizado entre sus costumbres personales, lo asumido de los sobornos arbitrales, su desconfianza hacia el jugador joven o que a pesar de tener tres plazas clasificatorias para la Champions y para la Europa League, jueguen a la vez que se disputa un Campeonato de Europa de selecciones.


Si además se forma parte del Kairat, club histórico de la antigua capital de la república, te resulta difícil de creer lo que te cuentan de la persecución arbitral, de la necesidad de desplazar, un día antes a un miembro del club a la ciudad a la que se vaya a jugar para evitar la contaminación de los alimentos para devaluar el rendimiento de los jugadores…se te antoja todo propio de otra época.
 
Pero el fútbol es siempre la feliz mezcla entre su lenguaje universal con los distintos dialectos que lo interpretan en cada lugar del mundo.
Así que, desde la responsabilidad profesional y la fidelidad a una filosofía futbolística por la que te han contratado, emprendes la tarea de implantar un sistema de juego que siendo la esencia pueda ser vestido por los ropajes de una cultura tan diferente.
Después de los shocks iniciales rascas detrás de cada vivencia valoras y admiras muchas de sus costumbres y conductas. También es cierto que como todo en la vida, uno no sabe distinguir si algunas de ellas son generalizadas o propias de este Club y de su presidente un joven empresario triunfador, que quiere convertir al Kairat en el número uno, como hizo con su empresa de gas (propietaria del Club desde enero) a partir del trabajo de base y un estilo futbolístico basado en las formas y no en la fuerza física, el fichaje de jugadores millonarios (como su amigo Abramovich), o la compra de árbitros, a pesar de ser uno de los hombres más poderosos y ricos de la república.
La primera cuestión admirable, desde nuestra mentalidad de entrenador kleenex hispánico, fue la forma de ficharnos. Tras un casting con una candidatura rusa, a la que se le hizo igual que a nosotros. Pagarnos viaje y estancia durante diez días haciéndonos conocer el país, el fútbol, campos, costumbres y clima. Dos reuniones con la Junta de asesoramiento del Presidente, una exposición de nuestras ideas y conclusiones de lo visto . Dspués siete días de reflexión y toma de decisión final. Muy diferente al capricho de presidente, periodista o agente de turno al que tan habituados estamos en nuestra patria.

Otra cuestión elogiable es la jornada laboral del equipo y las condiciones de trabajo. En régimen de concentración en un hotel Resort, sede de la primera plantilla hasta que se culmine la rehabilitación de la antigua residencia del equipo, de la que ya se puso la primera piedra hace unos días. Empieza a las 8h de la mañana y concluye tras comer o cenar si hay doble sesión.

Los valores, en épocas en que en España parecen olvidados. Hasta a mí, que no soy sospechoso de patrioterismos exclusivistas, me parece admirable el respeto a su bandera y a su himno que se canta con la mano en el corazón antes de cualquier evento deportivo con una reverencia igual entre niños y adultos.
El respeto a la figura del entrenador, a veces llegando a límites incómodos para uno que entiende la relación con los jugadores más cercana. Los más jóvenes hasta bajan la mirada cuando les hablas por no considerarse a tu altura.
El sentido de la cortesía, con el saludo que todos se hacen cada vez que nos reencontramos, dándose la mano y juntando los hombros opuestos. Incluso entre rivales, estando penalizado con fuerte multa el no saludar al entrenador rival antes y después de cada partido.
Otra cuestión, antigua reivindicación que algunos llevamos solicitando en España, es la liga que hay de dobles, nuestros filiales, que se juega paralelamente a la de la primera división. Viajando por tanto siempre el filial con el primer equipo en el mismo avión y enfrentándose el día antes contra el filial del oponente de sus mayores, pudiendo incluso utilizar a cualquiera de sus jugadores si se necesita el día después. Es importante por el ambiente de camaradería que no se confunde debido al respeto profundo que los jóvenes tienen por sus superiores, pero que les hacen ver el salto al primer equipo de forma natural.
Con los equipos de trabajo técnico pasa un poco como con los jugadores, cuesta romperles la distancia que te ponen por ser sus jefes y encima de España. Cuando les haces pasar esa barrera, te encuentras con otra bonita costumbre aunque en muchas ocasiones incómoda y poco operativa, su devoción por la discusión. Aunque les plantees hacer la cosa más irrelevante es difícil que contengan sus deseos de opinar y debatir de forma apasionada aunque no con el propósito de convencerte o de quitarte la razón, no se atreverían nunca, pienso que es más su forma de demostrar sus conocimientos incluso en el fondo, el placer que obtienen discutiendo, por supuesto siempre entre iguales.
Y que dentro de la lógica aplastante del resultado en el fútbol que un presidente tras derrota te reúna para respaldarte e insistir que lo importante es cambiar el estilo de juego, desde el escepticismo que ya me dan los años, me parece revitalizarte.
Luego están los códigos comunes. En todos los lugares del mundo siempre hay algún jugón que se escapa de la norma del pelotazo, un joven que se come con patatas el recelo del entorno, una afición que admira una jugada de más de tres pases, o un profesional que te agradece tus esfuerzos por mejorarle y por tratarle anteponiendo lo personal a lo profesional.
Por supuesto que los entrenadores somos hijos de la incertidumbre y esta determina nuestro futuro en cada plaza. Pero en esta, dejando a un lado lo que curte el alma cualquier experiencia lejos de tu familia y de lo propio, ya puedo considerarla exitosa por la riqueza que me dejará cuando concluya por tantas enseñanzas que me llevaré en la mochila.
Decía un clásico que la pureza es la mezcla feliz, si hay algún sitio en el mundo donde esto se aprecia es en Almaty, antigua y eterna capital de Kazajstán.

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