sábado, 28 de enero de 2012

FUTBOL Y ARTES PLASTICAS



Cada vez me gusta más el fútbol desde la mirada que nos muestran la gente ajena a él. Personas que no sienten pasión ni por el juego, ni su cultura, ni los colores de uno de los equipos que lo practican. Alejados de sentimientos y si tienen alguno puede que sea hasta de rechazo, me describen perfiles, matices y facetas del fútbol que me ayudan a redescubrirlo.

Hace años, dirigiendo una de las primeras escuelas de fútbol de pago que se hicieron en España, la que creé en Mareo, conocí a un prestigioso arquitecto gijonés, ateo de la Religión balonpédica y de cualquier otra que no tenga por Dios al hombre. Su falta de prejuicios, le hizo acercarse, obligado por su hijo, a una vertiente de la cultura que, por lejana a sus sensibilidades, desconocía. Lo que allí fue descubriendo   le provocó la necesidad de profundizar en su conocimiento. Al abrir los ojos hacia un paisaje desconocido,como a mi también me ocurre, intentó buscarle similitudes a otros más paseados por él, los de las bellas artes.  

La gratitud que siempre me mostró por lo que el fútbol, en aquella escuela, le había aportado a la formación de los valores que a día de hoy adornan a su hijo, nunca podrá equilibrar mi deuda con él, por el enriquecimiento que, su visión  desenfocada del fútbol, me aportó sobre mi pasión convertida en profesión.

Esta visión la plasmó en un artículo que aunque con referencias de aquella época, siempre me parece actual y enriquecedor para limpiar toxinas de tanto clásico, fichajes y sesudos análisis de lo menos fundamental de este juego. A continuación os lo reproduzco:

"Llamamos belleza, estrictamente, a la conveniencia de todas las partes con el conjunto al cual pertenecen, de tal manera que no se puede añadir, quitar o modificar nada sin que el todo se modifique. He aquí lo que es grande y digno de los dioses"(León Battista Alberti, "De re aedificatoria", Libro VI.

Recuerdo una fotografía seriada, esplendida, del vuelo de 9,80 metros con el que Bob Beamon logró la medalla de oro en la Olimpiada de 1968 en México.Un vuelo que, iniciada la caída, logró remontar en altura, como impulsándose en el aire. Brazos y piernas, músculos, describían un trazado envolvente de curvas sinuosas. Era la imagen del esfuerzo y, a la vez, de la livianidad.

"Bob Beamon" era el título de una escultura con la que participé en la "Cuarta Bienal Internacional del Deporte en la Bellas Artes" que tuvo lugar en el Palacio de Cristal de Madrid (1973). Unas chapas de cobre y latón, suavemente curvadas, trataban de recrear la potencia que desafiaba el vacío en una trayectoria imaginable.

Cuando era niño sentía pasión por el atletismo, pero ningún interés por el fútbol. Solo iba a casa de mis tíos- ¡Qué ya tenían televisión!- a ver los partidos en que jugaba Pelé. Su juego me arrastraba, me sobrecogía.

Por sugerencia de Ismael Díaz Galán, acabo de leer "La intimidad del fútbol", de Ángel Cappa (Tercera Prensa, San Sebastián, 1996), un libro que sabe transmitir sensibilidad y entusiasmo. En él aparece el esquema de una jugada de 31 toques consecutivos que culminó con un gol holandés marcado por partido clasificatorio para la Eurocopa de Inglaterra. "Era de adelante hacia atrás, todas las veces que fue necesario, sin precipitaciones, sin ansiedades, sin urgencias, diría que hasta imaginar la trayectoria del balón en el espacio, pases largos, parabólicos, toques cortos, rectilíneos, regates, surcos en el espacio.

Vi la imagen seriada de todos los puntos de una trayectoria, un instante congelado del movimiento, líneas sobre el cielo, los "utsurohi" que con hilos de acero traza la escultora japonesa Aiko Miyawaki. Como los que tejió frente al Palau de Sant Jordi, en Barcelona, obra de su marido, el arquitecto Arata Isozaki.

La fotografía de un grupo de jugadores que lucha por un balón, la busqueda de un remate desde un lanzamiento de falta, el esfuerzo expresado  en los rostros, cuerpos desafiando la gravedad, levitando, los brazos extendidos, las piernas arqueadas, plegando y desplegando, envolviendo y desarrollando...es la imagen actualizada de un Laoconte o un grupo escultórico barroco de Bernini.


Esa lucha por el balón equivale al movimiento de los volúmenes vivos, retorcidos, envueltos o desplegados, horizontales y aéreos o verticales y pesados, del futuro museo Guggenheim en Bilbao diseñado por Frank Gehry.


Dice Peter Eisenman, otro gran arquitecto descontructivista, neoyorkino seguidor del Rayo Vallecano (!), autor de rotos, fragmentados y atropellados volúmenes que parecen desafiar la gravedad, que "El FÚTBOL ES LA ARQUITECTURA DEL JUEGO". Por eso su obra- que quiere ser fútbol- "obliga al cuerpo a moverse, a ser participante activo del espacio, incluso a tratar de evitar las caídas".


Fernando Giner no está de acuerdo con esta definición. Para él, el fútbol es algo que se siente, se vive, se improvisa, se juega. Pero su estilo, profesional, artesanal, tranquilo, serio, seco, rotundo, geométrico, coherente, como él mismo, es capaz de trasmitirme -al menos a mí- un nuevo sentido del espacio (esto es, de arquitectura)


La artesanía, la confección minuciosa de una jugada, un regate, un quiebro, las genialidades espontáneas de Maradona o de Romario sugieren el tapiz de un telar, un lienzo de Miró, el mismo expresado en un detalle constructivo.


La técnica, la visión anticipada, la belleza de un disparo largo, exacto, de Iván de la Peña, la limpieza de una jugada de Michael Laudrup, responden a la misma pregunta que el Peine del Viento de Eduardo Chillida, la fuerza y elegancia del acero en una costa rocosa, sobre un mar agitado.


La fortaleza física, la potencia, la velocidad de una larga carrera hacia el gol de Mario Stanic o de Luis Enrique equivalen, por ejemplo, al Monumento a Hokusai en Hakone, también de Eduardo Chillida, en el que las ramas que surgen del tronco de acero no vuelan sino que, contenidas, apretadas, reflejan un inmenso esfuerzo, una potencia contenida a punto de explotar.


Eduardo Chillida comenzó siendo portero de la Real Sociedad. Pero una lesión de rodilla le apartó del fútbol. Recuerdo a Pili Belzunce, su mujer, diciéndole:"Si no llega a ser por aquella lesión, hoy, en el mejor de los casos, serías entrenador de un equipo de segunda división".


Una buena defensa equivale a una pared. Y si tres puntos definen un plano, es posible imaginar un muro de hormigón incrustado en el terreno por Richard Serra o Tadao Ando.


El fútbol es también danza, una danza sin música, una danza capaz de transformar al público en un coro que empuja al jugador con su voz, arrastrado por la elegancia de una figura de Brancusi capaz de marcar un gol. Dice Mario Benedetti que "los futbolistas corren como sobre patines o como figuras de ballet". Es imposible no vibrar con la belleza plástica de algún afortunado desplazamiento sobre el césped, con el balón, de Igor Lediakhov o Marcos Vales.


Y la danza se transforma en teatro, en ópera. Escribe Fernando Fernán Gómez que, para el actor, "dejarse arrastrar por el torbellino de las palabras aprendidas es más fácil que abrir una pausa, por breve que sea". Una jugada que se interrumpe, un balón que congela su movimiento, perfectamente controlado, un público que enmudece, y finalmente una sorpresa, un cambio de ritmo o de tempo. Menotti compara estas pausas con los silencios en la música y Fernán Gómez con los vacíos en la arquitectura. Ángel Cappa la ejemplifica con Laudrup, o con Butragueño, cuando "venía a la carrera y recibía la pelota en la zona de definición. Bruscamente frenaba y se abandonaba, se quedaba inmóvil, inclusive con los brazos colgando a los costados del cuerpo. Parecía que la cancha entera se quedaba quieta. En el instante justo, Butragueño salía por el lugar inesperado o metía una pelota de gol con todos los defensores contrarios hipnotizados".


El fútbol así visto ( el único que desde mi ignorancia futbolística soy capaz -¿ o es esto lo que quiero?- de ver) es artesanía, es talante, es estilo, es creación, es dominio del espacio, es plástica, es belleza, es pintura, es escultura, es arquitectura, es danza, es música, es arte: es arte total. Es también, lo sé, otras muchas cosas, algunas negativas y otras que no entiendo, pero no quiero hablar ahora de ellas. Porque también es un hecho que Albert Camus, antiguo futbolista, había afirmado que " todo lo que sé sobre ética lo he aprendido del fútbol". ¿De quien hablaba? ¿Se refería  quizás a Mario Stanic? ¿o a Ismael Díaz Galán o a Rubén Biempica? ¿o a Daniel Saric o a Fernando Giner o a Marcos Vales o a...?


Vicente Diez Faixat- Arquitecto (1996)

QUE DIRÍA HOY MI AMIGO VICENTE VIENDO AL BARÇA ACTUAL . A VER SI UN DÍA NOS LO CUENTA CON SU MIRADA DE ARTISTA. De momento,vaya este homenaje al maestro.

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