miércoles, 15 de febrero de 2012

Sonrisas dulces



Recien llegado a uno de los destinos más deseados por cualquier entrenador, por cualquier persona en su sano juicio, Málaga, me toco enfrentarme por primera vez, con el peor de los rivales a los que un ser humano puede enfrentarse, el cáncer. En aquel caso atacando a un familiar y para más crudeza, recién nacido. En mis visitas al Materno Infantil de Málaga, ejemplo de Institución sanitaria, tuve la ocasión de tocar el drama diario que supone no sólo para los enfermos, sin no también para sus familias. Por ello tuve el honor de colaborar modestamente con la Asociación de Padres de niños Oncológicos durante varios años. En una de mis colaboraciones en Radio para recaudar fondos les escribí, un día este texto que hoy, años más tarde, en el Día contra el Cáncer Infantil, quisiera reproducirlo a modo de homenaje. Ah, por cierto, aquel recién nacido hoy es un niño feliz y sano, tiene 13 años y es un Culé-Malagista incurable. Un beso Jesús.

"Desde fuera del fútbol se critica con frecuencia el sentimiento trágico que envuelve a este deporte.
Sentimiento que suele llevarse a extremos tales como, calificar la trascendencia de un partido como de vida o muerte, el descenso de categoría, como una catástrofe, o el ascenso como una resurrección.

El papel que desempeña el juego en la vida, es para muchos eruditos, junto al conocimiento, una de las particularidades que más nos singularizan a la especie humana frente al resto del mundo animal.

Creo que pocos rasgos como el jugar, simbolizan mejor la vitalidad, el hecho de estar vivos y también nuestros más hondos anhelos y preocupaciones.

Tal vez, por ello, con tanta frecuencia vida y muerte se conviertan en el lenguaje periodístico
deportivo en sinónimos de victoria y derrota. Para todo aquel que no haya sido afectado por el virus del juego, puede incluso, resultarle hasta frívolo y desmesurado llegar a tal comparación.
Supongo que catalogarán de desequilibrados a los jugadores del Dinamo de Kiev que en 1942 fueron obligados a jugar contra la selección de Hittler con la advertencia de que si ganaban morirían y,  pudiéndoles las ganas de ser dignos, murieron. O tacharían de delirio infantil, a aquel niño de siete años que habiendo eludido una larga y grave enfermedad, asistía con su madre a las recomendaciones estrictas que el doctor les imponía para evitar trágicas recaídas y ante la preocupación de los adultos, él les increpó: sí, pero ¿Podré jugar al fútbol?.
Para ellos vivir era no dejar de respirar, para él era poder seguir jugando con su pelota.

Aquel niño, ahora convertido en entrenador, hoy no puede hablar de fútbol, o tal vez sólo hable de él, ya no alcanzo a distinguir. El encuentro que ayer tuve con un padre metido en una dura competición codo a codo con su hijo de cinco años, me puso un nudo en la garganta que sólo me permite hoy homenajear a todos aquellos que en el duro deporte de la vida siguen apostando por esta, y  a pesar de saberse, en muchos casos, irremediablemente perdedores se aferran a la dignidad de no salir derrotados en tan duro envite.

Saludos, amigos de la Brújula.

28-5-98

1 comentario:

  1. Evidentemente el juego no es lo mas importante en la vida. Pero la clave esta en cuando ese juego te apasiona.

    www.elestadiodelpulga.blogspot.com

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