Aunque los técnicos siempre agradezcamos tener en nuestras plantillas jugadores polivalentes, esos que son llamados comúnmente comodines, el fútbol, como juego colectivo, se realiza desde las posiciones y por tanto, lo resuelven siempre los especialistas.
Es por esta razón, y por el intento didáctico que esta sección desea tener, quisiera comenzar en ella una serie denominados “Los Diez Mandamientos de cada puesto" en las que clasificar los rasgos específicos de cada posición, esperando que en la identificación de las misiones de cada uno y en la descripción de la tipología de jugador que se necesita para realizar con éxito, facilite a técnicos y jugadores de base la correcta ubicación de los distintos talentos en el campo así como su correcta orientación futura, dentro de la cotidiana polivalencia en la que hay que entrenar a los más jóvenes, hasta que vaya perfilando con su desarrollo, su personalidad y potencialidades físicas singulares. Empieza la serie con el más diferente de todos, el único al que se le permite usar las manos, el portero. Vaya hoy por tanto en esta entrega primera los diez mandamientos del portero:
1. Difícil que sobreviva con poca personalidad en un puesto en el que viste diferente a todos.
2. Aunque le guste su singularidad, prefiere dirigir al equipo con éxito que salvarlo con acierto.
3. Prefiere atajar el remate que pararlo.
4. Vive el partido con intensidad aunque se juegue lejos de él.
5. No le gusta vivir aislado, por ello intenta estar cerca de los compañeros de línea más próxima, no sólo con su posición sino con su comunicación permanente.
6. No le gusta el papel de víctima por lo cual prefiere provocar el error del rival a esperarlo pasivamente.
7. Sabe que un buen comienzo facilita un buen final, por ello asume un papel de primer atacante y no rifa nunca la pelota.
8. No es fácilmente influenciable a condicionantes externos, su fortaleza mental y su autoconfianza son su mayor patrimonio.
9. Prefiere el gol por decisión errónea que por cobardía.
10. Buen conocedor del juego, intenta vivirlo desde la idea del adversario para anticipar sus intenciones o posibilidades de sorprenderlo.
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