viernes, 25 de marzo de 2011

Los padres de la justicia (Lineas de pase-El Comercio 24-3-2011)


Recién celebrado el día del padre, se me antoja que para los que hayan vivido,  en recuerdo seguramente del día más feliz de nuestras vidas, una nueva jornada de corbatas, figuras de plastilina, “te quieros” en cartulinas y sorpresas varias de semejante calado (gracias hijos por la vuestra), podrán coincidir conmigo más fácilmente en que una de las tareas más complicadas de nuestra condición de progenitores,  es transmitirles a esos “locos bajitos”, que diría Serrat, el concepto de justicia. No se nos facilita la labor si, además, te salen  futboleros y te preguntan cómo es posible que unos equipos ganen y otros pierdan porque un árbitro no vea una mano o un penalti. Unos estadios sean cerrados  por gritos racistas de sus aficiones, impropios del siglo en el que vivimos y otros árbitros ni los reflejen en el acta. ¿Cómo es posible papá con lo bien que se ve y se oye en la tele?. A generaciones como las que nos sucede que manejan tecnología, casi antes de balbucear la primera palabra, supongo que aún les cuesta más entender porque no se resuelven los errores arbitrales con cualquier artilugio informático de última generación. Y seguramente a esto, si que la respuesta, tantas veces repetida en estos casos, nos sirva: “Entonces niño/a, el fútbol ya no sería el juego que apasiona por su celeridad en la toma de decisiones y de ritmo vertiginoso. Se ralentizaría, perdería frescura”. Todo ello discutible y, sin duda, que será matizable con el paso de los años. Lo que cuesta más admitir son las decisiones de los fríos y sosegados comités de Justicia Deportiva que, días después y tras un ilimitado número de visionados y audiciones de videos, son incapaces de acercarse al principio de Justicia que debiera ser equiparable al de cualquier orden de la vida.¿No servirá para condenar a unos ladrones, las imágenes de video de una joyería porque la policía no los haya pillado con las manos sobre las joyas?. Tal vez, las injusticias arbitrales, no sean tan difíciles de digerir cuando se trata de interpretaciones de jugadas puntuales, forman parte de la esencia de la pasión que nos arrastra a seguirlo cada jornada y de poder discutirlo al día siguiente en el bar. Veo más difícil de asumir que no se vea un gol o un penalty, en un fútbol profesional, con tercer árbitro sentado en la banda con una mano sobre la otra, fríamente y sin un monitor, sólo pendiente de controlar a los técnicos de que, en pleno fragor de la contienda, no pasen una línea del campo. Pero mucho más complicado aún, comprender como un comité de competición, deja impunes los graves insultos racistas y xenófobos de un estadio, a dos deportistas, amparándose en que el árbitro no los reflejó en el acta. El fútbol, que sigue pareciéndome una perfecta metáfora de la vida, puede que salga en nuestra ayuda con nuestros hijos, para que entiendan la ceguera y sordera de los Padres de la Justicia: “El fútbol, es como la vida, la justicia la imparten seres humanos y va en su condición equivocarse y ser injustos, a veces.”    


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